La infancia es un período crucial en el desarrollo emocional y psicológico de una persona. En este contexto, el neuropsicólogo Álvaro Bilbao destaca un aspecto fundamental sobre cómo las experiencias traumáticas pueden afectar a los niños. Un gesto sencillo de los padres puede ser la clave para ayudarles a enfrentar estos momentos difíciles y evitar que se conviertan en miedos irracionales. ¿Cómo lograrlo? Descubramos las herramientas que nos brinda Bilbao para facilitar este proceso.
El impacto de las experiencias traumáticas en la infancia
Las experiencias traumáticas en la infancia pueden ser más comunes de lo que pensamos. Situaciones que a los adultos pueden parecer triviales, como un perro ladrando, una caída o perderse en un lugar público, pueden dejar una huella indeleble en la mente de un niño. Estas vivencias no solo son recordadas como eventos aislados, sino que se almacenan en el hemisferio derecho del cerebro, que es responsable de las emociones y las sensaciones.
Cuando un niño vive una situación traumática, su cerebro puede no procesar adecuadamente esa experiencia. Esto se traduce en la formación de imágenes y sensaciones que permanecen latentes, listas para manifestarse como miedos irracionales más adelante. Para entender este fenómeno, es esencial saber que:
- El hemisferio derecho almacena emociones y recuerdos visuales.
- Las experiencias pueden quedar sin procesar si no se les da el espacio para ser verbalizadas.
- El miedo irreprimido puede transformar situaciones cotidianas en fuentes de angustia.
Cómo evitar la internalización del miedo
La buena noticia es que existen formas efectivas de evitar que estos miedos irracionales se arraiguen. La clave radica en la comunicación. Conversar con los niños sobre lo que han experimentado es fundamental. Según Álvaro Bilbao, no se necesita un enfoque terapéutico complicado; a menudo, se requiere de una conversación sincera y empática.
Algunos pasos para facilitar esta comunicación incluyen:
- Escuchar sin juzgar: Permitir que el niño exprese sus sentimientos sin interrupciones.
- Validar sus emociones: Reconocer que lo que siente es real y significativo.
- Formular preguntas abiertas: Preguntar cómo se sintió, qué pensó y qué vio durante la experiencia.
Este simple acto de escucha ayuda a conectar el hemisferio izquierdo del cerebro, que se encarga del lenguaje y la lógica, con el derecho. Este proceso de conexión es esencial para que el niño pueda integrar y procesar sus experiencias traumáticas.
La importancia de cómo se habla de las experiencias
El enfoque que los padres utilicen al hablar sobre las experiencias traumáticas es crucial. Preguntar al niño cómo se sintió, qué pensó y qué observó es vital, pero debe hacerse con calma y sin minimizar sus emociones. Es importante evitar comentarios como "no fue para tanto", ya que para el niño, el evento pudo haber sido realmente aterrador.
Algunas recomendaciones para abordar estas conversaciones son:
- Hablar desde un lugar de calma y empatía.
- No dramatizar la situación, pero tampoco restarle importancia.
- Revisitar el tema varias veces en los días siguientes para facilitar la integración de la experiencia.
Con cada conversación, el niño tiene la oportunidad de procesar sus emociones de una manera más saludable, transformando lo que pudo haber sido un recuerdo aterrador en una experiencia desagradable, pero ya integrada y superada.
Ejemplos prácticos de intervención emocional
La aplicación de estas estrategias puede variar según la situación del niño. Aquí hay algunos ejemplos que pueden ilustrar cómo llevar a cabo este tipo de conversaciones:
- Después de un accidente menor: "Entiendo que te asustó caer de la bicicleta. ¿Qué sentiste en ese momento?"
- Tras un encuentro con un perro agresivo: "Sé que el perro te asustó mucho. ¿Qué viste que te hizo sentir así?"
- En un lugar concurrido: "Perderse puede ser muy aterrador. ¿Cómo te sentiste cuando no encontraste a mamá?"
Estos ejemplos pueden servir como punto de partida para ayudar al niño a verbalizar sus sentimientos y comenzar a sanar sus miedos.
El rol de los padres en el proceso de sanación
El papel de los padres en este proceso es fundamental. Ser un apoyo constante y comprensivo puede marcar la diferencia entre un niño que vive con miedos y uno que se siente seguro y capaz de enfrentar sus temores. Algunas formas en que los padres pueden actuar son:
- Proporcionar un ambiente seguro y de confianza donde el niño se sienta cómodo compartiendo sus sentimientos.
- Estar presentes y accesibles emocionalmente durante el proceso de recuperación.
- Buscar recursos adicionales, como libros o consultas con profesionales, si el miedo persiste.
Además, es importante recordar que los adultos también enfrentan miedos y traumas. La empatía y la comprensión que se ofrece a los niños también pueden ser un recordatorio para los padres de cuidar su propio bienestar emocional.
Para aquellos interesados en profundizar más sobre cómo ayudar a los niños a enfrentar sus emociones, el neuropsicólogo Álvaro Bilbao ofrece recursos valiosos en sus videos. Uno de ellos es "Cómo cuidar la salud mental de los niños", que proporciona estrategias adicionales para abordar este tema delicado.
Referencias para profundizar en el tema
- Bilbao, A. El cerebro del niño explicado a los padres. Plataforma Actual, 2016.
- Bilbao, A. Cómo ayudar a tu hijo a superar sus miedos. Ediciones Pirámide, 2020.
- García, R. “La importancia de la comunicación emocional en la infancia”. Revista de Psicología Infantil, 2021.
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