La psicología nos ha brindado una gran cantidad de conocimientos sobre la mente humana a lo largo de la historia. Sin embargo, no todos los experimentos llevados a cabo en esta disciplina han sido éticamente aceptables. Algunos de ellos han sido tan perturbadores que han dejado una marca indeleble en la historia de la psicología. En este artículo, exploraremos tres de los experimentos más perturbadores: el experimento del pequeño Albert, el experimento de la obediencia de Milgram y el experimento de la prisión de Stanford. Estos experimentos nos muestran el lado oscuro de la psicología y nos hacen reflexionar sobre los límites éticos de la investigación en esta disciplina.
El experimento del pequeño Albert
Antecedentes históricos
A principios del siglo XX, la psicología conductista se encontraba en auge. Uno de los principales defensores de esta corriente era John B. Watson, quien creía que el comportamiento de los individuos podía ser moldeado a través del condicionamiento. Con el fin de demostrar su teoría, Watson llevó a cabo el famoso experimento del pequeño Albert en 1920.
Descripción del experimento
El experimento consistió en exponer a un niño de 11 meses de edad, conocido como Albert, a diferentes estímulos para observar su reacción. En un principio, Albert no mostraba miedo hacia ninguna de las imágenes o sonidos presentados. Sin embargo, Watson decidió condicionar al niño para que asociara el miedo con ciertos estímulos.
En una de las etapas del experimento, Watson presentó a Albert un ratón blanco y al mismo tiempo hizo sonar un fuerte ruido detrás de él. A medida que se repetía esta asociación entre el ratón y el ruido, Albert comenzó a mostrar miedo cada vez que veía al ratón, incluso en ausencia del ruido. Posteriormente, Watson extendió este miedo a otros objetos similares al ratón, como conejos y abrigos de piel.
Consecuencias y críticas
El experimento del pequeño Albert ha sido fuertemente criticado debido a su falta de ética y a las consecuencias negativas que tuvo en el niño. Albert desarrolló un miedo irracional hacia los animales y los objetos con textura similar al pelaje del ratón. Además, el experimento carecía de consentimiento informado por parte de los padres de Albert, quienes no fueron debidamente informados sobre los detalles del estudio ni los posibles efectos en su hijo.
Este experimento nos muestra cómo la ética en la investigación psicológica ha evolucionado a lo largo de los años, poniendo un mayor énfasis en la protección de los participantes y en la necesidad de obtener su consentimiento informado.
El experimento de la obediencia de Milgram
Antecedentes históricos
En la década de 1960, el psicólogo Stanley Milgram llevó a cabo un controvertido experimento para investigar los límites de la obediencia humana. Este experimento fue inspirado por los juicios de los criminales de guerra nazis en los que muchos de ellos afirmaban que solo seguían órdenes.
Descripción del experimento
El experimento consistía en que los participantes asumieran el rol de "maestros" y administraran supuestos choques eléctricos a un "aprendiz" cada vez que este respondiera incorrectamente a una serie de preguntas. En realidad, el aprendiz era un actor que simulaba recibir los choques y emitía gritos de dolor. A medida que los shocks aumentaban en intensidad, el aprendiz suplicaba a los maestros que detuvieran el experimento.
A pesar de las súplicas del supuesto aprendiz, muchos de los participantes continuaron administrando los choques eléctricos hasta el máximo nivel de voltaje, a pesar de su creciente malestar emocional. Este experimento demostró que la mayoría de las personas eran capaces de infligir dolor a otros simplemente por obedecer órdenes de una autoridad.
Consecuencias y críticas
El experimento de la obediencia de Milgram generó una gran controversia debido a la angustia emocional que causó en los participantes. Muchos de ellos experimentaron niveles extremos de estrés y culpa por haber infligido supuestos daños a otra persona. Además, este experimento también ha sido criticado por su falta de consentimiento informado y por poner a los participantes en una situación de estrés emocional sin su conocimiento previo.
A raíz de este experimento, se implementaron regulaciones más estrictas para proteger a los participantes en investigaciones psicológicas y se reforzó la importancia de obtener un consentimiento informado adecuado.
El experimento de la prisión de Stanford
Antecedentes históricos
En 1971, el psicólogo Philip Zimbardo llevó a cabo un experimento para investigar los efectos psicológicos de la vida en prisión. El objetivo era examinar cómo la dinámica de poder y el ambiente de una prisión podrían influir en el comportamiento de los participantes.
Descripción del experimento
El experimento de la prisión de Stanford consistió en simular una prisión en el sótano de un edificio universitario. Se reclutaron a 24 participantes sanos, sin antecedentes penales, y se les asignó aleatoriamente el rol de "guardia" o "prisionero". Los participantes fueron completamente inmersos en sus roles y se les instruyó para que actuaran de acuerdo a estereotipos de roles de prisión.
A medida que el experimento avanzaba, los roles de guardias se volvieron cada vez más autoritarios y los prisioneros mostraban signos de ansiedad y malestar emocional. Algunos de los guardias mostraron comportamientos abusivos y degradantes hacia los prisioneros. El experimento fue interrumpido después de solo seis días debido a los efectos negativos que tuvo en los participantes.
Consecuencias y críticas
El experimento de la prisión de Stanford ha sido ampliamente criticado debido a la forma en la que los participantes fueron tratados y al impacto psicológico que tuvo en ellos. Muchos de los prisioneros sufrieron ansiedad, depresión y despersonalización, mientras que los guardias mostraron comportamientos abusivos y autoritarios.
Este experimento pone de manifiesto la importancia de los límites éticos en la investigación psicológica. A través de casos como este, la comunidad científica ha aprendido la importancia de proteger a los participantes y de tener en cuenta su bienestar emocional y psicológico durante el desarrollo de un experimento.
Conclusión
Los experimentos del pequeño Albert, de la obediencia de Milgram y de la prisión de Stanford han sido considerados como algunos de los experimentos psicológicos más perturbadores de la historia. Estos estudios nos han hecho cuestionar los límites éticos de la investigación psicológica y han llevado a una mayor conciencia sobre la necesidad de proteger a los participantes y obtener su consentimiento informado.
Si bien estos experimentos han dejado una marca indeleble en la historia de la psicología, también nos han permitido aprender importantes lecciones sobre los efectos negativos de la manipulación psicológica y la importancia de la ética en la investigación. En la actualidad, la comunidad científica se encuentra comprometida con llevar a cabo investigaciones que respeten los derechos de los participantes y promuevan su bienestar emocional y psicológico.
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