La nutrición infantil es un tema que genera muchas dudas y mitos. Uno de los más comunes es la creencia de que la leche provoca mucosidad en los niños. ¿Es esto cierto? ¿Deberíamos eliminar ciertos alimentos de la dieta de nuestros hijos sin un criterio claro? El nutricionista Pablo Ojeda se adentra en estos mitos y ofrece una perspectiva basada en la evidencia científica. En este artículo, desentrañaremos la relación entre la leche y la mucosidad, así como las consecuencias de tomar decisiones alimenticias sin fundamentos sólidos.
La relación entre la leche y la mucosidad: ¿qué dice la ciencia?
Uno de los mitos más arraigados en la crianza es la idea de que el consumo de leche está vinculado a la producción de mucosidad. Pablo Ojeda, en su libro El manual de la compra inteligente, examina esta creencia y destaca que, a pesar de ser popular, no hay evidencia científica que la respalde.
Numerosos estudios han analizado esta cuestión. Por ejemplo, una revisión publicada en Archives of Disease in Childhood concluyó que no existe correlación entre la ingesta de leche y el aumento de la mucosidad. Asimismo, otro estudio en Journal of the American College of Nutrition, que se enfocó en niños asmáticos, tampoco encontró relación entre el consumo de lácteos y el agravamiento de los síntomas respiratorios.
Más allá de desmentir este mito, Ojeda asegura que la leche tiene un valor nutricional significativo. Es una fuente rica en proteínas, calcio, fósforo, y vitaminas A, D y B, nutrientes esenciales para el crecimiento y desarrollo de los niños. Por lo tanto, excluir la leche de la dieta de forma arbitraria puede tener consecuencias nutricionales negativas.
El peligro de eliminar alimentos sin un criterio profesional
El nutricionista Pablo Ojeda señala una tendencia creciente en la sociedad: la eliminación de alimentos de la dieta sin un respaldo científico adecuado. Esta práctica se ha intensificado, en parte, por la difusión de información errónea en redes sociales y medios de comunicación.
Entre los ejemplos más comunes se encuentran:
- Demonizar el gluten en ausencia de celiaquía.
- Evitar el azúcar como si fuera un veneno.
- Desestimar alimentos nutritivos por modas pasajeras.
Ojeda observa que muchos de sus pacientes desarrollan relaciones problemáticas con la comida debido a creencias infundadas. Por ejemplo, algunos han optado por dietas extremas como la de la piña, creyendo que les ayudará a perder peso. Sin embargo, estas decisiones pueden llevar a trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia o la ortorexia.
Es esencial entender que en nutrición no hay alimentos "buenos" o "malos". La clave es la diversidad y el equilibrio. Cada alimento tiene su lugar en una dieta saludable, y es fundamental no caer en la trampa de demonizar ciertos nutrientes.
El impacto en la infancia: creando relaciones saludables con la comida
Cuando eliminamos alimentos sin una razón justificada, enviamos un mensaje confuso a los niños: “Esto es malo para ti”. Esta simplificación no solo limita la variedad en su dieta, sino que también puede generar ansiedad y miedo hacia ciertos alimentos.
Pablo Ojeda propone un enfoque educativo que se centra en la información y no en las prohibiciones. Es crucial enseñar a los niños sobre los beneficios de cada alimento y cómo se complementan entre sí en una dieta equilibrada.
Además, los padres deben ser un modelo a seguir. Si los niños observan que sus padres temen ciertos alimentos o hacen comentarios alarmistas sin fundamento, es probable que adopten estos patrones de comportamiento en el futuro.
La imposición de ciertos alimentos también puede ser contraproducente. Según Ojeda, forzar a un niño a comer algo sin ofrecer alternativas puede ser el primer paso hacia una relación conflictiva con la comida.
¿Cómo podemos aplicar estos conceptos en casa?
Inculcar hábitos alimentarios saludables no significa presionar a los niños para que coman “cosas sanas” todo el tiempo. En cambio, se trata de crear un ambiente positivo y natural en torno a la comida. Aquí hay algunas estrategias que pueden ayudar:
- Consulta siempre con un profesional de la nutrición antes de realizar cambios significativos en la dieta familiar. Evita basar tus decisiones en información de fuentes no verificadas.
- No elimines alimentos de la dieta de tus hijos a menos que haya un diagnóstico claro de intolerancia o alergia.
- Habla de los alimentos con curiosidad y neutralidad, evitando presentarlos como enemigos de la salud.
- Revisa tus propios prejuicios alimentarios, ya que muchos pueden provenir de creencias familiares o culturales obsoletas.
Los hábitos que cultivamos durante la infancia son fundamentales para la relación que nuestros hijos desarrollarán con la comida en la adolescencia y la vida adulta.
Referencias y fuentes de información
- Ojeda, P., & García, S. El manual de la compra inteligente. Cómo llenar tu nevera y no tus caderas. Editorial Pinolia, 2022.
- Balfour-Lynn, I. M. Milk, mucus and myths. Archives of Disease in Childhood, 104(1), 91–93, 2019. DOI: 10.1136/archdischild-2018-314896
- Wüthrich, B., Schmid, A., Walther, B., & Sieber, R. Milk consumption does not lead to mucus production or occurrence of asthma. Journal of the American College of Nutrition, 24 (6 Suppl), 547S–555S, 2005. DOI: 10.1080/07315724.2005.10719503.
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