En el proceso educativo, el impacto del "no" en los niños ha sido objeto de debate por largo tiempo. ¿Es realmente dañino? ¿O puede ser una herramienta valiosa para el aprendizaje? Este artículo profundiza en cómo el "no", cuando se presenta adecuadamente, puede convertirse en un poderoso motor de crecimiento emocional y cognitivo.
Una reciente investigación en el campo de la neuroeducación nos ofrece nuevas perspectivas sobre este tema. En el estudio titulado "The art of negative feedback: A neuroeducational perspective", los investigadores Sung-il Kim y Dajung Diane Shin revelan que el feedback negativo puede transformarse en una oportunidad de aprendizaje, siempre que se enfoque de manera correcta.
Aprender del “no” sin miedo
El cerebro humano está diseñado para aprender de los errores. Así como los seres humanos han aprendido a evitar peligros, los niños también ajustan su comportamiento tras una corrección. Sin embargo, el desafío radica en cómo se recibe ese "no". Muchas veces, el error provoca emociones intensas como la frustración o la vergüenza.
Esto se debe a que el feedback negativo activa dos sistemas cerebrales: uno emocional, asociado con la amígdala, y otro cognitivo, que involucra la corteza prefrontal. Cuando la reacción emocional supera a la cognitiva, el niño puede sentirse bloqueado y menos dispuesto a aprender. Por ello, es esencial que los padres y educadores enseñen a los niños a gestionar sus emociones frente a los errores.
La clave radica en transformar el error en una lección, permitiendo que los niños entiendan que equivocarse es parte del proceso de aprendizaje. Esto no solo fomenta la resiliencia, sino que también les ayuda a desarrollar una mentalidad de crecimiento.
Lo que cambia todo: cómo damos el feedback
No todas las correcciones son iguales. Un comentario como “está mal” puede ser desalentador, mientras que un “intenta de esta manera” puede incentivar el aprendizaje. Según el estudio, el feedback debe ser informativo y constructivo para ser efectivo.
Algunas características del feedback efectivo incluyen:
- Claridad: Explicar qué se puede mejorar y cómo.
- Calma: Usar un tono sereno que no genere ansiedad.
- Enfoque en el progreso: Resaltar los esfuerzos en lugar de solo los resultados.
Este enfoque no solo ayuda al niño a entender su error, sino que también activa áreas del cerebro relacionadas con el aprendizaje y la autorregulación. La seguridad emocional es fundamental; crear un entorno donde el “no” se reciba como una guía en lugar de una amenaza es crucial para el desarrollo del niño.
El papel de la curiosidad
El feedback negativo, lejos de ser solo un señalamiento de errores, puede despertar una curiosidad vital en los niños. Cuando un resultado no coincide con sus expectativas, su cerebro se activa, buscando respuestas y nuevas estrategias.
Las preguntas que surgen tras una corrección son claves: “¿Por qué sucedió esto?”, “¿Qué puedo hacer diferente?”. Este proceso de reflexión puede ser potenciado si el error se presenta como una oportunidad de aprendizaje, en lugar de una condena.
Un enfoque práctico sería decir: “Esto es interesante, ¿qué crees que pasó? Vamos a explorar juntos otra manera de hacerlo”. Esta invitación a la exploración convierte el feedback en un aprendizaje más activo y participativo.
Aprender también desde lo que les pasa a otros
El feedback vicario es una estrategia poderosa que no suele ser utilizada en su máxima expresión. Al observar los errores de otros, los niños pueden aprender sin sentir la presión de ser ellos los que fallan. Este tipo de aprendizaje es especialmente útil para aquellos que pueden ser más sensibles al error.
Las ventajas del feedback vicario incluyen:
- Menor presión: Observar sin estar directamente implicado permite concentrarse en el contenido.
- Activación de neuronas espejo: Facilita el aprendizaje social al replicar comportamientos.
- Reflexión compartida: Fomenta el diálogo y la discusión sobre el error ajeno.
En casa, esta estrategia puede ser aplicada mediante cuentos, vídeos o situaciones cotidianas, donde se analice lo que ocurre en diferentes contextos, como en el parque o en la escuela.
Que el propio niño aprenda a corregirse
El feedback autogenerado es el más poderoso a largo plazo. Se produce cuando un niño, apoyado por herramientas como rúbricas o ejemplos, identifica y corrige su propio error. Esta habilidad es fundamental para el aprendizaje autónomo y puede desarrollarse desde una edad temprana.
Para fomentar este tipo de feedback, es crucial:
- Reducir la dependencia: Permitir que el niño evalúe su trabajo antes de recibir la evaluación del adulto.
- Fomentar la reflexión: Invitar a los niños a dar consejos a otros sobre cómo mejorar.
- Crear un ambiente seguro: Donde el error no sea un juicio, sino una oportunidad para crecer.
El feedback autocorrectivo se percibe como menos amenazante y activa áreas cerebrales asociadas con la introspección, permitiendo que el niño ajuste su estrategia sin sentir que su autoestima está en juego.
Aprender del error… con condiciones
No todos los niños responden igual al feedback negativo. Factores como la edad, la autoestima, la tolerancia al error, la motivación y el contexto emocional son determinantes en cómo se recibe una corrección. Por tanto, es vital adaptar el feedback a cada situación y a cada niño.
Algunas recomendaciones para crear un entorno propicio para el aprendizaje a partir del error incluyen:
- Valorar el esfuerzo: Enfatizar el proceso antes que el resultado final.
- Fomentar la comprensión: Asegurarse de que el error se vea como una parte natural del aprendizaje.
- Evitar comparaciones: No contrastar al niño con otros para prevenir sentimientos de inferioridad.
Al crear un entorno donde el error se entiende y se respeta, los niños están más dispuestos a experimentar y aprender, lo que a su vez fortalece su autoestima y su capacidad para afrontar futuros desafíos.
Para una comprensión más profunda de estos conceptos, puedes explorar el siguiente video sobre neurociencia aplicada al día a día:
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